Gestionar el tiempo: consejos que van más allá de la planificación y la eficiencia

Vivimos una vida acelerada. Vamos corriendo de un lado para otro y ante cualquier sugerencia de una actividad, ya sea hacer ejercicio físico, mejorar el inglés o leer un libro, la respuesta común suele ser ‘no tengo tiempo’. 

Hay gente que lo aprovecha bien, otros no tanto. Algunos están más satisfechos que otros de cómo lo manejan, pero no he conocido a nadie que diga que le sobra.

Quizá os vengan bien estas claves para gestionar el tiempo basadas en el sentido común, los valores básicos y la inteligencia emocional.

Podéis leer el artículo completo, firmado por José Manuel Domínguez, en este enlace.

La lección de ‘Momo’

La solución que intentamos ponerle a la falta de horas en el día es la planificación de las actividades, con el objetivo de encajar el mayor número posible de ellas en el día. Lo hacemos con nosotros mismos y lo hacemos con nuestros hijos. A veces pienso que vivimos la vida descrita en la novela Momo, de Michael Ende, en la que los personajes intentan desesperadamente ahorrar tiempo, solo para acabar por perderlo para siempre.

Soy ingeniero industrial y, por lo tanto, entrenado para la eficiencia y la mejora. Las fábricas de ensamblaje tienen, precisamente, un departamento llamado de ‘métodos y tiempos’, donde las actividades se estudian al detalle, para arrancarle segundos y céntimos a los procesos. Creo que muchos de los principios de mejora continua y eficiencia se pueden aplicar también a la vida personal. Y, sin embargo, pienso que con nuestra vida y la de nuestros hijos se nos escapan a veces varios puntos clave que comentaré a continuación.

Claves para gestionar el tiempo de forma inteligente

1. Ser selectivos

En primer lugar, priorizar es más importante que ‘incrementar producción’. Es mejor seleccionar bien las actividades para ti o tus hijos, que encajar más en la agenda, de la misma manera que es preferible elegir bien los amigos y estar con ellos, que intentar acumular más y más amistades a las que no puedes dedicar más de 5 minutos a la semana.

Hay individuos horrorosamente estresados en su vida personal y profesional, pero también he conocido a ejecutivos de altísimo nivel que parecen moverse a un ritmo un poco más lento de lo normal. Que se permiten el lujo de sestear en un vuelo de avión en vez de revisar informes frenéticamente. Que transmiten incluso una sensación de cierta calma. Y son así porque son capaces de elegir el objetivo correcto y concentrar su energía en él como un láser.

2. Definir bien nuestra meta real

En segundo lugar, hay que pensar cuál es nivel de perfección o logro que se quiere alcanzar. Llegar a la perfección en una habilidad puede llevar toda una vida ¿Quiero llegar a la perfección en todo lo que hago? Seguramente no.

Al empezar una actividad o apoyar a tus hijos en una, hay que hacer con ellos la siguiente reflexión ¿Hasta dónde quieres llegar con esto? Y planificarla de acuerdo con esa intención. Cualquier respuesta puede ser válida, desde ‘solo quiero probar el parapente’, a ‘mi meta es llegar a nivel C1 de inglés (no necesito C2)’, o ‘quiero ganarme la vida tocando el piano’.

Por supuesto, los objetivos no están escritos en piedra y, de cuando en cuando, hay que reevaluarlos y preguntarse si, tal y como se han desarrollado los acontecimientos, siguen siendo válidos o hay que reajustarlos. Ir más allá o, alternativamente, bajar las pretensiones o, incluso, eliminarlas por completo. Me parece una enseñanza impagable para nuestros hijos el enfocar así las actividades y aprendizajes.

3. Saber rectificar y reajustar el rumbo

En tercer lugar, hay que ser consciente de que, por muy bien que hagas tus planes, puede que alguna vez no sirvan, o fallen, o no sean aplicables. Como dijo Mike Tyson, “todo el mundo tiene un plan, hasta que le rompen la cara”. Brutal, pero muy cierto. En algún momento, antes o después, tú o tus hijos os llevaréis un directo a la cara.

Soy un ferviente fan de la persistencia. Es una virtud inigualable que te llevará lejos. Hay que trabajarla y entrenarla. Pero también hay que mantener los ojos abiertos para saber cuándo ya no tiene sentido persistir en el proyecto inicial. Si la vida te da limones, haz una limonada. Si te da melones, quizás tengas dislexia.

En cualquier caso, edúcate y educa en la habilidad de modificar los planes, de aprovechar los cambios de circunstancias a tu favor. Detectar virajes de viento y decidir si se pueden utilizar para poner rumbo a otro destino más interesante o mejor. Esto, y no otra cosa, es capacidad de adaptación y gestión del cambio.

A veces los objetivos, la idea inicial, no es que convenga variarlos, es que se vienen abajo por completo. No hay alternativas, no hay salida, no hay nada. Al menos, aparentemente. Pero, como explicó muy bien Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido, la vida continua siempre, incluso bajo la circunstancia terrible, insoportable, que él vivió en un campo de concentración.

4. Encajar las desilusiones de manera constructiva

Muy lejos de una situación tan trágica, volvamos a los tropezones cotidianos, a las simples desilusiones de diario. Ibas a hacer surf, pero resulta que no hay ni una ola. En vez de lamentarlo, piensa si la próxima vez puedes hacer algo para evitar esa situación (revisar la predicción del tiempo antes de ir, por ejemplo). Y, ya que estás en la playa, quizás puedas aprovechar para nadar un rato, para descubrir el fondo del mar, para sentarte en la orilla y escuchar el rumor del agua o contemplar el atardecer mientras intentas borrar todo pensamiento de tu mente.

Empezabas una ruta en bici con tu hijo, pero se ha pinchado una rueda. Vaya, bueno, la próxima vez tenemos que acordarnos de traer una cámara de repuesto con nosotros ¿no crees? Y qué te parece si nos damos un paseo. Así hacemos ejercicio igualmente y podemos contemplar el paisaje más despacio. Oye, mientras caminamos, cuéntame qué tal te va con esa clase que se te atascaba tanto.

Quizás tu hija adolescente había proyectado invitar al chico con el que sale a pasar un sábado de verano en la casa familiar del pueblo, pero la relación se acabó. Y te lo cuenta poco antes de ir a ver un museo que estabais deseando visitar desde hacía meses. Bueno, pues ya no le apetece ir al museo. ¿Qué te parece si nos tomamos algo por ahí y me lo cuentas?

Y mientras saboreas algo que te sabe amargo, escuchas lo que te dice, sin poder hacer nada. Usando el tiempo en un asunto que no habías planeado, que no tenías como objetivo, que, aparentemente, no supone ningún logro. Simplemente, compartiendo ese momento triste con ella. La vida también está hecha de esos ratos que no elegimos vivir, pero que han de ser caminados y compartidos.

Alguien en esa circunstancia podría pensar que perdieron la tarde. Yo creo que no hay tiempo mejor aprovechado.

José Manuel Domínguez Ruano
Padre de familia y directivo de una multinacional
Autor de ‘Las aventuras del jabalí Teodosio


Las aventuras del jabalí Teodosio. Enseñanzas para la empresa y la vida

Las aventuras del jabalí Teodosio.

Autor: José Manuel Domínguez
Edad: +6

Teodosio es un jabalí que vive en un bosque, no muy lejos de sus primos los tres cerditos, con quienes disfruta de los regalos de la naturaleza.

En sus aventuras aprenderá a fijarse objetivos, a establecer los pasos para sus proyectos, a tomar decisiones, a rectificar a tiempo, a ponerse en el lugar de otros, a colaborar, a cumplir con sus obligaciones sin excusas, a buscar soluciones que beneficien a todos… Pero también a sentirse orgulloso de sus logros y a ser feliz.

Las aventuras del jabalí Teodosio es un libro de valores. José Manuel Domínguez, padre de familia y directivo de una multinacional, pone a disposición del lector toda su experiencia acumulada a lo largo de más de 20 años. Y lo hace a través de una sutil relación de conceptos que seguro que ayudarán a muchos profesionales en su crecimiento personal y en la educación de sus hijos.

Cómpralo aquí:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *