Llega el verano y ahora que se acaban las rutinas escolares, ¿qué hacemos?

«Life is too short for routines», decía una amiga mía de San Francisco, que escribía un blog de viajes en el que narraba sus vivencias recorriendo el oeste de Estados Unidos en una furgoneta, a la manera de Nomadland pero de jovencita y sin la desesperanza vital de la protagonista de la película.

Y, sin embargo, las rutinas nos hacen la vida más fácil. Y ahora que acaba el colegio, esas pautas del día a día no deben desaparecer del todo, pero sí cambiar. En nuestra mano está que las rutinas de vacaciones para los niños les permitan seguir creciendo y disfrutando a la vez.

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Los hábitos diarios adquiridos son como el salvavidas al que nos aferramos para ir navegando el río tumultuoso de la semana, amortiguando los botes de los rápidos y los choques con rocas traidoras semisumergidas. Son incluso buenos para la salud, porque ayudan a nuestro cuerpo a que funcione de manera regular y estable. Cualquiera que haya trabajado a turnos sabe el precio que paga en salud por el cambio constante de horarios de sueño.

Por eso, cuando llega el verano, se acaba el curso escolar y las rutinas saltan por los aires. Entonces aparece esa sensación de «descoloque», de incertidumbre. Y ahora, ¿cómo va a ser mi vida? Y, sobre todo, ¿qué hacemos con los niños?

Vida B

Lo cierto es que esos hábitos que hemos ido adquiriendo son como un ancla sobre la que pivota el día. Si tu ancla familiar habitual —el cole— ya no está, busca y echa al agua un ancla nueva. Cierto que el verano es como una vida B, pero eso no quiere decir que no se le pueda dar un poco de estructura. Aunque solo sea, y es únicamente un ejemplo, fijar una hora para irse a la cama y levantarse.

Esto vale incluso cuando uno está de camping, que es lo más parecido a una vida un poco hippie o nómada, como la de mi amiga de San Francisco. Como dijo el almirante William Mc Raven en su ya famoso discurso en la graduación de la Universidad de Texas, Austin: «Si quieres cambiar el mundo, empieza por hacer tu cama». Y de ahí lo siguiente y lo siguiente y lo siguiente.

Quizás las rutinas de vacaciones ya no consistan en llevar a tus hijos al cole por la mañana, pero lo sean llevarlos al campamento urbano, o a casa de los abuelos, o el rato compartido con ellos a diario en la piscina comunitaria por la tarde al salir del trabajo.

Sin miedo al orden

Muchos pensamos que para descansar no hace falta estar sin hacer absolutamente nada, sino simplemente cambiar de actividad. Cuando salgo de trabajar, yo descanso pedaleando hasta agotarme por los circuitos de bici de montaña de los bosques tropicales de Florida, o me meto cien largos en la piscina de la comunidad. Me agoto, pero me quedo como nuevo.

Del mismo modo, para disfrutar de las vacaciones, no es necesario eliminar toda clase de horarios, referencias o rutinas, sino sencillamente cambiarlos por otros, que no son una obligación sino una gimnasia de los hábitos.

Vacaciones no quiere decir dejadez, ni caer en un desorden total de horarios y actividades, dejando que el día se vaya entre levantarse muy tarde, leer el periódico desganadamente empezando por la última página o cocinar sin convicción algo para ir tirando. Hay que mantenerse proactivo, aunque sin tensión, claro. Para eso es una época de descanso.

Un mundo de oportunidades

En este período sin actividad escolar se puede, y se debe, seguir creciendo. Y no me refiero a los libros de Vacaciones Santillana, que los que tenemos una edad aún recordamos. En el mundo educativo hace tiempo que se habla de conectar unas asignaturas con otras, de no mantener cada materia como una isla separada de las demás.

Bajo esta teoría, se busca un hilo conductor que va tirando de diversos saberes. El verano es un momento ideal para este tipo de aprendizaje. Claro que los profesores no están, pero ¡eh!, los padres también somos transmisores de conocimiento y habilitadores, y estamos en una posición ideal para despertar el interés de los hijos.

Cuando vamos a la playa, en vez de pasar todo el día vuelta y vuelta sobre la arena o jugando a las palas, se puede aprovechar la oportunidad para empujar a los hijos a buscar algo de información sobre el ecosistema de la zona. Qué plantas y animales viven allí y ver si se pueden localizar.

O averiguar algo de información sobre la historia del pueblo costero ¿quiénes fueron los primeros que poblaron esas tierras?, ¿por qué?, ¿cómo evolucionó la historia? Mira, este es el mar Mediterráneo, que llega hasta Turquía ¿sabes que los turcos tuvieron un imperio enorme que llegó a amenazar Europa? No es lo mismo leerlo en un libro que aprovechar la visita a una fortificación costera para imaginar cómo los defensores oteaban el horizonte bajo la amenaza de los piratas berberiscos.

¿Por qué no visitar una industria? Hay recorridos por bodegas que explican cómo se cultivan las uvas y se hace el vino. Hasta algo de química se puede meter en esa visita.

¿Es diferente la arquitectura popular de esa zona de la del lugar en el que vives? ¿Por qué crees que es así? Fíjate cómo es el trazado de las calles de este pueblo del sur. O cómo de dispersos están los caseríos en Vizcaya.

¿Hay una villa romana o acueducto por la zona? ¡Vamos a verlo! Ocasión perfecta para leer algo sencillo sobre el imperio romano y cómo se organizaban. Incluso de ingeniería de puentes. Qué es un arco y por qué funciona tan bien. La piedra esta es caliza, ¿sabes que la caliza es carbonato de calcio?

¿Algún escritor conocido que fuera de esa zona? Si estás de vacaciones en la cordillera cantábrica, qué mejor que regalar a tu hijo preadolescente El camino, de Delibes, para que lo lea rodeado del maravilloso paisaje natural y social que lo inspiró.

Sin corsés

Dicen que para producir buen arte uno debe dominar la técnica y todas las reglas; para luego poder romperlas. Manejar la vida de la familia es, sin duda, un arte. La organización y las rutinas son la técnica, y también hay que saber cuándo conviene romperlas.

Esa oportunidad de comer un cocido maragato en Castrillo de los Polvazares, de camino a Galicia. Supone un desvío y según el GPS comeríamos una hora y media más tarde de nuestra hora de comida habitual, pero, ¡qué caramba! No vamos a perder la oportunidad de probarlo.

Habías pensado salir a montar en bici por la tarde, como todos los días, pero ese pariente del pueblo te está contando algo fascinante de la historia de la familia y los niños están flipados escuchado. Pues cancela lo de la bici sin pena.

Esa noche de un cielo plagado de estrellas en Tierra de Campos, tumbado boca arriba en la terraza de la casa del pueblo, mientras te encuentras inspirado contando a tus hijos cosas del universo y las estrellas, miras de reojo el reloj y ves que es la hora de irse a la cama, pero decides que merece la pena estirar el día y saborear ese momento estupendo. 

Life is too short to live ONLY by routines.

José Manuel Domínguez Ruano
Padre de familia y directivo de una multinacional
Autor de Las aventuras del jabalí Teodosio


Las aventuras del jabalí Teodosio. Enseñanzas para la empresa y la vida

Las aventuras del jabalí Teodosio.

Autor: José Manuel Domínguez
Edad: +6

Teodosio es un jabalí que vive en un bosque, no muy lejos de sus primos los tres cerditos, con quienes disfruta de los regalos de la naturaleza. En sus aventuras aprenderá a fijarse objetivos, a establecer los pasos para sus proyectos, a tomar decisiones, a rectificar a tiempo, a ponerse en el lugar de otros, a colaborar, a cumplir con sus obligaciones sin excusas y a buscar soluciones que beneficien a todos. Pero también a sentirse orgulloso de sus logros y a ser feliz.

Las aventuras del jabalí Teodosio es un libro de valores. José Manuel Domínguez, padre de familia y directivo de una multinacional, pone a disposición del lector toda su experiencia acumulada a lo largo de más de veinte años. Y lo hace a través de una sutil relación de conceptos que seguro que ayudarán a muchos profesionales en su crecimiento personal y en la educación de sus hijos.

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